Un año de bloqueo lector y ha tenido que llegar Emily Henry con Una vida maravillosa para poder superarlo con creces: estamos ante una novela que engancha de principio a fin, haciendo imposible soltarla en ningún momento. Las sorpresas no van a parar de llegar a lo largo de los capítulos, pero es el final el que nos va a dejar con la boca abierta y con la necesidad de devorar esas últimas páginas hasta llegar a su resolución.
La historia, además, cuenta con un ritmo ágil, que la convierte en una lectura fresca y que se lee en un suspiro. Ahora bien, algunos de los capítulos en los que se nos permite leer la biografía que está escribiendo Alice la fluidez de la trama puede llegar a decaer e incluso hacerse bola.
Sin ninguna duda uno de los puntos fuertes de la nueva novela de Emily Henry es la manera en que logra entrelazar dos tramas, consiguiendo que ambas atrapen al lector de una manera admirable y sin que una le quite relevancia o interés a la otra. Por un lado, vamos a enfrentarnos a dos personajes (Alice y Hayden) que terminan en Little Crescent para competir entre ellos para ver quién consigue publicar la biografía de la desaparecida Margaret Ives. Por otro, vamos a irnos adentrando en la historia de la familia Ives.
Alice Scott, nuestra protagonista y narradora, va a ganarse un pedacito de nuestro corazón. Ahora bien, Margaret Ives, con todos sus claroscuros, resulta fascinante y consigue incluso opacar a los demás. Si hay algo sobre lo que lamentarse respecto a los personajes de la novela es, sin ninguna duda, el hecho de que no lleguemos a conocer bien del todo a muchos de los secundarios, como es el caso de Cecil, Jodi o de los amigos de Alice, puesto que todos ellos tienen bastante potencial.
Una vida maravillosa es, en conclusión, una historia capaz de derretirnos el corazón y de dejar huella.

 
 
 
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